Comentario
En el amplio campo del arte antiguo, sólo ciertas culturas toman un carácter rector, creador de formas y estilos, inventor de lenguajes plásticos. Es el caso, evidentemente, de Egipto, de Mesopotamia o de Grecia. Las demás culturas, en cambio, parecen apoyarse en los hallazgos arquitectónicos o figurativos de éstas, y adaptar sus principios a iconografías particulares, a mitos y costumbres que les son propios, a materiales abundantes en su suelo. Algunas incluso, como la fenicia, se atienen al gusto de sus posibles clientes lejanos.
La razón última de esta dicotomía será siempre, creemos, difícil de definir. Entra como baza principal, desde luego, la noción de prestigio: Siria, Asia Menor, Persia, miraron siempre con envidia el desarrollo de Mesopotamia, del mismo modo que Palestina y Nubia volvieron sus miradas hacia Egipto. Pero no se trata de una mera actitud mecánica: si Grecia se elevó por encima de otros pueblos, con su arte modélico para todo el Mediterráneo, fue porque supo reaccionar frente al prestigio de las culturas orientales, después de admirar y asumir sus conquistas plásticas; y tal capacidad de reacción tiene causas concretas: tradiciones cretomicénicas susceptibles de renovación, una peculiar sensibilidad estética, una estructura social más abierta a individualidades... El secreto del milagro griego se halla sin duda en un complejo engranaje de circunstancias, en una alquimia de ingredientes correctamente medidos e integrados cada cual a su debido tiempo.
Vista desde este enfoque, la actividad artística etrusca cobra un valor particular. Durante muchos siglos -los mismos que vieron evolucionar a Grecia- Etruria consiguió en la península itálica un papel rector. Sólo podían competir con ella las colonias griegas de Magna Grecia y, hasta cierto punto, la región del Lacio, dominada por Roma. El resto de Italia se mantenía más atrasado y pobre, como Tesalia y Macedonia en el ámbito griego.
En estas circunstancias, ¿por qué el arte etrusco no alcanzó un nivel de absoluta independencia en su lenguaje plástico?, ¿qué hizo que, en muchos campos, artistas y clientes etruscos se contentasen con estilos creados a cientos de leguas de Etruria, en Fenicia y, sobre todo, en Grecia? Y, por el contrario, ¿en qué aspectos, y por qué razones, los etruscos lograron tomarse sus libertades frente a tales modelos, dando lugar a obras que, ellas sí y con toda certeza, pueden ser consideradas etruscas sin paliativos?
El problema es de importancia, y resulta tanto más atractivo por cuanto ofrece paralelos muy claros con otras relaciones artísticas de la antigüedad: Etruria desempeña, frente a Fenicia y Grecia, un papel parecido al de los iberos o los cartagineses, y que trae a la mente, con todas las salvedades, la dependencia de Micenas frente a Creta, o la de Roma frente a la cultura griega.